Don Lázaro, el viajero, ubicado en la Ciudad de México es famoso por su chile en nogada de 1 kg que destacan especialmente en esta temporada.
El inicio de Don Lázaro
Este restaurante fue fundado por el mismo Don Lázaro L. Torra, un inmigrante judío ucraniano que llegó a México en el año 1939, escapando al puerto de Veracruz de la dictadura Franquista.
En nuestro país el señor Lázaro encontró un amor por México, su gente y gastronomía; que lo impulsó a tomar a la cocina mexicana como base de su restaurante. Así e incluso preparando platillos por sí mismo, fue como comenzó Don Lázaro un negocio con casi 80 años de tradición. De hecho uno de sus platillos insignia es el caldo de gallina que hasta el día de hoy sigue siendo uno de los más gustados por los clientes.
El chile en nogada
La tradición de chiles en nogada en Don Lázaro el viajero, comenzó aproximadamente hace 12 años y en sus inicio el platillo no llegaba a pesar 1 kg, sin embargo escuchando a los distintos clientes que regularmente pedían granada o salsa de nogada extra, se decidió elaborar un chile en nogada de mayor abundancia como el que ofrecen actualmente y que ha ganado fama en la Ciudad de México.
Para preparar este singular platillo los cocineros del restaurante toman un día completo en elaborarlos, comenzado con la selección de los ingredientes; desde el chile de gran volumen hasta la granada fresca, pasando por el relleno a base de carne de puerco, terminando con la nogada de abundante nuez, junto con otros más de 30 ingredientes que conforman la receta secreta de la casa.
El restaurante seguro de sus preparaciones expone el lema “Si no es exquisito no paga” para invitar a los posibles comensales a entrar y degustar su cocina.
Actividades que van más allá
Don Lázaro se involucrába en la cocina, administración y operación del restaurante, buscando además que se convirtiera en un espacio que socialmente impactará a la colonia Santa María La Ribera y si fuera posible más allá llegando a reunir recursos con destino Europa para apoyar comunidades judías que lo necesitaban.
Uno de sus grandes proyectos consistió en ayudar a los niños de la colonia Santa María La Ribera a seguir con su educación, construyendo la “Escuela mural del libro abierto”, sustentada con parte de las ganancias del restaurante, apoyándose junto con otros medios, por ejemplo, los muros del edificio que se utilizaban como pizarrones, así como algunas tablas de madera que servían para escribir palabras y operaciones matemáticas.
